30° Fecha: Domingo 31 de octubre de 2010

Equipo 1: Dami – Tete – Juan – Gus – Fede

Equipo 2: Ari B – Mati – Ale – Hora – Cris

Resultado: Ganó el Equipo 1 por un gol

Redactor de turno: Juan


Existen diez vidas separadas. Diez individuos que siguen su camino cada semana. Alguno estará pensando en que mañana debe ir a trabajar; otro estará preocupado buscando trabajo; otro estudiará, otro se la pasará leyendo o mirando televisión. Habrá quien haya discutido con su novia, o quien esté buscando con quien compartir su cama. Otro tal vez salió la noche anterior y aún guarda en su bolsillo, junto con aquel celular ganado, unos gramos de resaca. Diez vidas diferentes, algunos con cosas en común, grados de parentesco, líneas de amistad, anécdotas compartidas. Dos de ellos, quizás, cenaron juntos en la semana, o se vieron una tarde. Otros habrán cruzarán miradas tan sólo una vez cada siete días. Lo importante es que al final de la paleta de colores, en el día que el Señor dedicó a descansar, estas diez vidas confluyen, se unen para dejar lo mejor de sí dentro de un campo de juego. Diez almas más o menos conocidas se dedican por sesenta minutos a lo mismo: disputar un partido de fútbol cinco.

En esta ocasión, previo acuerdo entre algunos de sus integrantes, los equipos siguieron los lineamientos implícitos de “tres buenos y dos maso por conjunto”. Así fue como la “franquicia Morán” (bautizada de esa forma por el mágico Tete, aunque se desconoce si comprende el significado del término), juntó fuerzas con el toreador Mati, el gallardo Cris y el recientemente regresado Ariel B. Por su parte, quienes parecen haber heredado la racha benévola, los primos Valla, se unieron al rapaz Gus, el adusto Fede y el domador de bestias Juan, quien reconoce no haber tenido un buen desempeño en este partido.

Si bien los equipos fueron parejos (aunque comenzó ganando y nunca estuvo abajo, el Equipo 1 no pasó de los tres goles de diferencia), lo que fue completamente desparejo fue el terreno: una trampa mortal es la resbaladiza cancha techada del mal llamado microestadio Progreso. Mientras dejaban de lado sus preocupaciones mundanas, las diez almas debían preocuparse no sólo en hacer goles y evitar que se los hagan, sino también en no caerse, quebrarse, desgarrarse y esquivar las mil formas de muerte posible que regala la susodicha cancha de papi (recuérdese el accidente que tuvo varias fechas sin jugar al nefasto Néstor, a quien se agradece su presencia fotográfica en la presente).

Más allá de las dificultades, el juego se desarrolló de manera peleada, balanceada y casi empatada, si no fuera por el único y final gol del cabecilla Tete, quien desde su lugar habitual en la cancha se descargó con furia regalando la victoria. Se destacan además las actuaciones de los demás jugadores, tanto aqueos como troyanos, quienes dieron un buen partido en su afán de gloria.

Acabada la coca, cada cual vuelve a su rutinaria existencia. Algunos irán a trabajar, otros a estudiar; estará quien visite a su novia, quien planee la salida del próximo finde; quien ría por la victoria o quien llore por la derrota. Lo bueno es que la vida es un constante devenir, donde lo que no cambia y crece se estanca o muere. Lo importante no es necesariamente subir, sino moverse.

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Show de goles:

Gol de Ale




Gol de Ari B




Gol de Gus